El centro del universo
Share
Desde chicos, nos enseñan que el universo comenzó con el Big Bang, y eso muchas veces nos hace imaginarlo como una explosión que ocurrió en un punto específico del espacio, lanzando materia hacia todas direcciones. Pero esa imagen es incorrecta. En realidad, el Big Bang no ocurrió “en un lugar”, sino en todos los lugares al mismo tiempo. El universo no se está expandiendo “desde un centro hacia afuera”, sino que todo el espacio se está expandiendo por igual, en todas partes. No hay un “punto cero” en el cosmos. No hay centro. Y, en cierto modo, eso también significa que cada lugar puede ser considerado el centro.
Sin embargo, en escalas menores, sí podemos hablar de “centros”. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, por ejemplo, gira alrededor de un agujero negro supermasivo llamado Sagitario A*. Se encuentra a unos 27.000 años luz del sistema solar y tiene una masa estimada en más de 4 millones de veces la del Sol. Es un centro gravitacional, un núcleo en torno al cual orbitan millones de estrellas, planetas, nubes de gas y polvo cósmico. Esa imagen sí se parece a lo que solemos imaginar: un epicentro poderoso y misterioso.
Lo fascinante es cómo cambia nuestra perspectiva cuando miramos hacia afuera. Pensar en el universo me da escalofríos. Es un vértigo intelectual y emocional. Me produce una profunda sensación de pequeñez, como si en medio de todo ese espacio infinito mi existencia fuera apenas un susurro.
Y, sin embargo, esa pequeñez no es insignificancia. Al contrario. Es un recordatorio de lo precioso que es estar vivos, pensar, sentir, preguntarnos por el origen de todo. Sentirnos parte de algo tan vasto puede ser abrumador… pero también profundamente liberador. Nos ubica. Nos ordena. Nos enseña.
Vale la pena volver a sentir eso de vez en cuando. Es una lección gratuita de eterna humildad.